"Un poco de lucha es imprescindible. Las tormentas, los truenos,
los relámpagos, son necesarios porque sacuden el alma dentro del trigo”.
Crecemos
y maduramos gracias a dos fuentes: una contiene todo lo que nos nutre
y todo lo que nos dieron. La otra lo que se nos opone y lo que no
recibimos.
Cuando
aceptamos nuestra vida, tal como es y como ha sido, estamos en
sintonía con nuestro destino y nos fortalecemos en nuestra vida.
Ganamos libertad de cara al presente y al futuro cuando aceptamos la
vida tal y como es.
Hay
un cuento sufí que ilustra con belleza estas afirmaciones y que se
me viene a la mente cada vez que acompaño a alguien que se queja de
su "mala suerte", o que envidia la "suerte" de
los demás, olvidándose de sus propias fortalezas, talentos y
sabiduría, adquiridas con su experiencia de vida. Esta misma semana
se me vino a la mente y no recordaba dónde la había leído para
poder compartir el texto completo. Finalmente lo encontré, en un
libro estupendo de Peter Bourquin sobre Constelaciones Familiares, y
lo comparto ahora en este blog, para mi, para ti M. Carmen, y para cualquiera que llegue a estas palabras.
"Oí
una parábola antigua. Y debe ser muy antigua, porque en aquellos
días Dios acostumbraba a vivir en la tierra. Un día, un viejo
campesino fue a verlo y le dijo: “Mira, tú debes ser Dios y debes
haber creado el mundo, pero hay una cosa que tengo que decirte: no
eres campesino. No conoces ni siquiera el ABC de la agricultura,
tienes algo que aprender”.
Dios
dijo: “¿Cuál es tu consejo?”
El
granjero contestó: “Dame un año y déjame que las cosas se hagan
como yo creo y veamos qué pasa. La pobreza no existirá más”.
Dios
aceptó y le concedió al campesino un año. Naturalmente, pidió lo
mejor y sólo lo mejor: ni tormentas, ni ventarrones, ni peligros
para el grano. Todo fue confortable, cómodo y él era muy feliz.
El
trigo crecía altísimo. Cuando quería sol, había sol; cuando
quería lluvia, había tanta lluvia como hiciera falta. Ese año todo
fue perfecto, matemáticamente perfecto.
El
trigo crecía tan alto que el campesino fue a ver a Dios y le dijo:
“¡Mira! Este año tendremos tanto grano que si la gente no trabaja
en diez años, aun así tendremos comida suficiente”.
Pero
cuando se recogió la cosecha, los granos estaban vacíos. El
granjero se sorprendió. Le preguntó a Dios: “¿Cuál ha sido el
error? ¿Qué ha pasado?”
Dios
dijo: “Como no hubo desafío, no hubo conflicto ni fricción, como
tú evitaste todo lo que era malo, el trigo se volvió impotente. Un
poco de lucha es imprescindible. Las tormentas, los truenos, los
relámpagos, son necesarios porque sacuden el alma dentro del trigo”.