domingo, 29 de mayo de 2016

Mujeres de fuego y agua. Taller de verano. 4/7 julio 2016.

Como viene siendo habitual, coincidiendo con el cambio de las estaciones convoco un nuevo taller residencial de armonización con la energía de cada momento de los Ciclos de Vida como una invitación a penetrar en ella y seguir su impulso para dejarnos llevar por un proceso de transformación continua, tal como ocurre en la naturaleza. 

El VERANO es un tiempo de expansión, de vitalidad y de fuego que, necesariamente necesita ser expresado, conducido, llevado y compensado con la incorporación de otras fuerzas, elementos, cosechas y sedimentos diversos. De la unión básicamente del agua y el fuego surge este año esta convocatoria para quienes queráis explorar este ser MUJERES DE FUEGO Y AGUA y también la elección de un precioso lugar junto al mar, en el parque natural de Ria Formosa (Tavira-Portugal).


Contradanza: Taller de Verano 2016. Pedras del Rei. Tavira.


Será, espero, un cierre y un inicio, un tránsito más; una parada gozosa en el camino para apreciar, agradecer y celebrar. Un lugar de encuentro, conciencia y expresividad. Un espacio para compartir y disfrutar. Una oportunidad para estar contigo y en compañía. Para bailar, nadar y jugar. Para sentir y habitar tu piel. Para conocerte mejor. Para conectar con la vitalidad y la naturaleza.


Habrá sesiones programadas y dirigidas a profundizar en tu proceso de autoconocimiento y desarrollo personal que acompañaré desde mis herramientas terapéuticas (Meditación, Gestalt, Sistémica, Contradanza); habrá también tiempo libre para las relaciones, el descanso o la actividad. 


Será de lunes 4 a jueves 7 de julio y nos alojaremos en pequeñas casitas para 4 personas. Tendremos a nuestra disposición una sala de trabajo y la naturaleza circundante. Contrataremos también una comida al día (la de mediodía) pero nos organizaremos para el desayuno y las cenas, ya que las casitas disponen de cocina y todo lo necesario.


Las plazas son limitadas y algunas están reservadas desde hace tiempo, así que si estás interesada reserva cuanto antes la tuya. Puedes contactarme si necesitas comentar, aclarar, etc.


Y animaros que esto está ya aquí!!!!!



martes, 10 de mayo de 2016

Sanar el trauma. Peter A. Levine.

En estos años de ejercicio profesional he visto personas con síntomas de trauma. Algunas con recuerdos precisos sobre la situación generadora y otras con apenas recuerdos vagos, intuiciones o sueños reveladores. Y otras que, aun creyendo no haber vivido ningún trauma, presentan una serie de dificultades vitales que hacen suponer su existencia. El trauma no tiene por qué surgir necesariamente de una catástrofe importante; las personas, sobre todo los niños, pueden sentirse abrumadas por lo que consideramos sucesos cotidianos y desarrollar estos síntomas, que derivan en dificultades más o menos graves para el desenvolvimiento vital.

Parte del tratamiento de estas personas pasa por la comprensión de sus síntomas y reacciones, porque el rechazo y los sentimientos de inadecuación y de culpa no hacen más que agravar el camino hacia la resolución del problema. Entender y aceptar es lo que abre el camino al restablecimiento de la conexión interrumpida consigo mismos, con sus cuerpos, con sus sensaciones y con el entorno.

Peter A. Levine es una de las máximas autoridades en la comprensión y sanación del trauma. Transcribo aquí algunas notas de su libro "Sanar el trauma" que resulta especialmente claro y accesible.


¿Qué es el trauma?
Nos traumatizamos cuando nuestra capacidad de responder a una amenaza percibida queda restringida en algún sentido o imposibilitada. Esta incapacidad para responder adecuadamente puede impactar en nosotros de maneras evidentes y también de maneras más sutiles.

El trauma es fundamentalmente fisiológico; es algo que ocurre inicialmente a nuestros cuerpos y a nuestros instintos. Sólo más tarde sus efectos se extienden a nuestras mentes, emociones y espíritu.


El trauma guarda relación con la pérdida de conexión: con nosotros mismos, con nuestros cuerpos, con nuestras familias, con los demás y con el mundo que nos rodea. Esta pérdida de conexión ocurre a menudo lentamente, lo que permite que nos vayamos adaptando sin darnos cuenta de lo que está ocurriendo: se va minando nuestra autoestima, la confianza en nosotros mismos, los sentimientos de bienestar y la conexión con la vida.

A medida que evitamos ciertos sentimientos, personas, situaciones y lugares, se van limitando nuestras opciones. El resultado de esta reducción gradual de la libertad es la pérdida de vitalidad y capacidad para realizar nuestros sueños. (Levine)

El trauma no sólo tiene cura, sino que el proceso de curación puede ser el catalizador de un profundo despertar: un portal que se abre a la auténtica transformación emocional y espiritual.

Causas y síntomas
Una persona puede quedar traumatizada por cualquier suceso que perciba (consciente o inconscientemente) como una amenaza para su vida. El factor crítico es la percepción de la amenaza y la incapacidad de lidiar con ella.

La ansiedad y los nervios, o casi cualquier respuesta que puede surgir simplemente hablando sobre el tema, guarda relación con la activación de la energía que se experimentó durante el suceso abrumador original.

Cuando te sientes amenazado, tu cuerpo genera instintivamente mucha energía para ayudarte a defenderte de la amenaza. Esta es la energía con la que se trabaja en la sanación del trauma y hay que ser conscientes de ella.

Los síntomas son señales que nos envía nuestro cuerpo cuando se siente incómodo. Su propósito es informarnos de que algo dentro de nosotros no está bien y exige nuestra atención.

Muchos son los síntomas que suelen aparecer, algunos inmediatamente después del suceso abrumador (hiperactivación, opresión, disociación, negación, sentimientos de indefensión, inmovilidad o congelación), otros a lo largo del tiempo. Generalmente se hacen más complejos con el tiempo y están cada vez menos conectados con la experiencia original del trauma. Uno de los síntomas más inusuales y problemáticos a partir de un trauma no resuelto es la compulsión a repetir las acciones que causaron el trauma originalmente: nos sentimos inextricablemente atraídos hacia situaciones que repiten el trauma original. Esta “representación” frecuente es el síntoma más complejo del trauma.

Para sanar el trauma tenemos que aprender a confiar en los mensajes que nos transmiten nuestros cuerpos. Los síntomas del trauma son llamadas al despertar. Si aprendemos a escucharlas, si incrementamos la conciencia de nuestros cuerpos y, finalmente, si aprendemos a usar estos mensajes, podemos empezar a sanar nuestros traumas.

El efecto del trauma en el cuerpo.
La sanación del trauma consiste fundamentalmente en un proceso biológico o corporal que suele ir acompañado de efectos psicológicos, especialmente cuando el trauma incluye la traición por parte de aquellos que nos tenían que proteger.

Algo relacionado con el modo en que se ha visto que los animales salvajes resuelven sus estados de shock: deshaciéndose del estrés acumulado tras una captura con un temblor inicial que va aumentando hasta convertirse en sacudidas convulsivas y movimientos en las que las extremidades parecen moverse al azar; finalmente el animal toma varias inspiraciones profundas que se extienden por todo el cuerpo. Vistos con detalle, estos movimientos y giros de las piernas son en realidad movimientos de correr perfectamente coordinados; es como si el animal completara su escpada concluyendo los movimientos de huida que quedaron interrumpidos cuando sintió los efectos del tranquilizante.

Lucha, huída y congelación.
Cuando percibimos que una situación amenaza nuestra vida, tanto la mente como el cuerpo movilizan una gran cantidad de energía con el fin de prepararse para la lucha o huida, aumentando el riego sanguíneo en los músculos y liberando hormonas del estrés (adrenalina y cortisol).

Cuando llegamos a poder completar la descarga de energía generada, se informa al cerebro de que a es momento de reducir los niveles de las hormonas porque ha cesado la amenaza. Si no se da este mensaje para normalizar, el cerebro continúa liberando altos niveles de cortisol y adrenalina, y el cuerpo se aferra a su estado intensificado y de alta energía: seguirá respondiendo como si sintiera dolor y estuviera desvalido mucho después de que el peligro o las heridas hayan desaparecido.

La respuesta de inmovilidad o congelación es una herramienta de supervivencia tan importante como el mecanismo de lucha o huida, la usará cualquier animal atrapado en una situación en la que la lucha y la huida no sean opciones viables. Permite hacer creer al “depredador” que la víctima ha muerto y quizás perder el interés por él (un gato pierde el interés frente a un pájaro que emplea este mecanismo de congelación cuando se siente indefenso). El animal congelado, aunque apenas respira o se mueve, tiene su corazón y cerebro acelerados; las hormonas que alimentaron antes su intento de escapar continúan inundando su cerebro y su cuerpo. En cuanto se da la oportunidad, el animal puede despertar de su estado de shock, temblar y agitarse para descargar la gran cantidad de energía desplegada y completar así su proceso de normalización y huir. Otra de las funciones que cumple este mecanismo es la insensibilización, si es agredido no sufrirá dolor ni sentirá terror mientras muere.

Los humanos usamos esta respuesta de inmovilidad cuando estamos lesionados o cuando nos sentimos abrumados. Sin embargo, solemos tener problemas para volver a la normalidad después de atravesar este estado. Quizás sea la capacidad de volver al equilibrio después de usar la respuesta de inmovilidad el principal factor para evitar quedarnos traumatizados.

Entonces, ¿qué nos impide a los humanos volver al funcionamiento normal cuando ha desaparecido la amenaza? ¿qué nos impide liberar esa energía congelada?

Los humanos pueden deshacerse, y se deshacen, de los efectos de sucesos abrumadores, usando exactamente los mismos procedimientos que usan los animales. Salir de la inmovilidad, de este estado de congelación puede ser una experiencia intensamente energética. Los animales salvajes, como no tienen cerebro racional simplemente lo hacen. Cuando los humanos empezamos a salir de esta respuesta de congelación, a menudo nos sentimos atemorizados por la intensidad de nuestra propia energía y agresión latente, y nos resistimos a la intensidad de nuestras sensaciones. Esta resistencia impide la descarga completa de la energía para restaurar el funcionamiento normal. La energía no descargada queda almacenada en el sistema nervioso, lo que prepara el escenario para la formación de los síntomas del trauma.

Cuando somos capaces de descargar la energía de supervivencia residual, nos sentimos menos amenazados y abrumados por la vida. El temor ya no nos deja congelados. El pasar de la fijación al flujo, empezamos a experimentar una sensación de coherencia, a sentirnos reconectados con la vida. Ya no estamos atrapados por los sucesos del pasado, algunos de los cuales ni siquiera recordamos.

No necesitamos recordar conscientemente un suceso para curarnos de él. Como el trauma ocurre principalmente a nivel instintivo, los recuerdos de los sucesos abrumadores quedan almacenados como experiencias fragmentadas en nuestros cuerpos, no en la parte racional de nuestro cerebro. Cuando accedemos a nuestros recuerdos corporales a través de la sensación sentida, podemos empezar a descargar la energía instintiva de supervivencia que no pudimos usar cuando ocurrió el suceso. Podemos aprender a descargar y transformar esta energía.


Levine ofrece un programa de ejercicios para sanar el trauma en doce fases que desarrollan la conciencia corporal. La conciencia corporal nos ayuda a recuperarnos del trauma, pero también hace algo más. La conciencia corporal es algo que deseamos cultivar... porque vivir conscientes de nuestro cuerpo nos otorga una sensación de vitalidad y propósito en todos los aspectos de nuestra vida. Si estamos desconectados de nuestro cuerpo, no podemos mantenernos plenamente presentes. Para tener una vida significativa hemos de vivir con una sensación de vivacidad y presencia, y ambas surgen del contacto íntimo con los estados internos del cuerpo.