domingo, 27 de enero de 2013

Proyecciones y enamoramiento.


Si un hombre y una mujer proyectan sus imágenes positivas sobre el otro al mismo tiempo tenemos una relación aparentemente perfecta que llamamos enamoramiento.

El amor verdadero sólo existe cuando una persona conoce a la otra por lo que esa persona es realmente como ser humano y uno empieza a interesarse y a prestar atención a ese ser humano.



Originalmente, el ser humano es tanto masculino como femenino, o yang y yin según la antigua terminología china. Todas las personas son una combinación de estas dos polaridades, entre las cuales fluye la energía psíquica.

Jung llamó a los dos opuestos en el hombre y la mujer anima y animus. El anima es el componente femenino de la personalidad del hombre, y el animus designa al componente masculino en la personalidad de la mujer. Son pues el acompañante desconocido de toda relación humana.

¿Cómo es posible entonces que tengamos tan escasa consciencia de esta doble cualidad?

El conocimiento de nosotrxs mismxs es en general muy escaso. Más bien al contrario, la mayor parte de la gente se resiste firmemente a un mínimo conocimiento de ella misma. De hecho rechazamos activa y vivamente algunos aspectos de nosotros mismos que nos cuesta reconocer, conformándose así nuestra sombra, construida sobre características no queridas o no desarrolladas.

La proyección es el mecanismo psicológico que se pone en marcha cuando se activa algún aspecto de carácter vital de nuestra personalidad del que no somos conscientes. Y cuando algo se proyecta, lo vemos como fuera de nosotros, como si perteneciera a otro y no tuviera que ver con nosotrxs.

En general, el hombre proyecta el anima sobre la mujer y la mujer proyecta el animus sobre el hombre. La mujer se erige frente al hombre en portadora de la imagen más viva de la esencia femenina del hombre o su otro yo, y el hombre es portador, ante la mujer, de la viva imagen del espíritu de ella.

Generalmente, el hombre identifica su ego con su masculinidad y no es consciente de su lado femenino, mientras que las mujeres se identifican conscientemente con su feminidad y su lado masculino permanece en el inconsciente. Así anima y animus se proyectan sobre otras personas. La persona que es objeto de tal proyección nos atraerá o repelerá profundamente, según lo proyectado tenga un valor positivo o negativo.

La persona que es objeto de una imagen psíquica de otro goza de poder sobre esa persona, porque en la medida en que una parte de nuestra psique es percibida en otra persona, ésta tiene poder sobre uno. Y a la vez, ser portadora de la proyección de otra pesona tiene a su vez aspectos desagradables.

Si un hombre y una mujer proyectan sus imágenes positivas sobre el otro al mismo tiempo tenemos una relación aparentemente perfecta que llamamos enamoramiento. Ocurre cuando bien un hombre o una mujer proyectan el aspecto positivo de la imagen del anima o del animus respectivmente sobre una mujer o un hombre, y ést@ se torna en algo extremadamente deseable. A la larga, sin embargo descubrirá que esa persona no es como “quiere” que sea, que no se ajusta a su ideal proyectado, sino que se trata de alguien real. Puede ocurrir que en este punto la proyección positiva sea reemplazada por su contraria, y donde hubo sobrevaloración del otro o la otra, se imponga ahora la minusvaloración. Al mismo tiempo, se descubrirá el lado oscuro de lo que parecía amor y ahora se percibe como un mero deseo de posesión.

La realidad es que las relaciones que están basadas única y exclusivamente en este estado que llamamos enamoramiento no pueden durar mucho cuando se las pone a prueba frente a una auténtica relación humana y cuando en la convivencia se van mostrando como los seres imperfectos que son. Se hace entonces evidente que estar enamorados no es quererse. Que amar verdaderamente al otro/la otra, es verle libre de las propias proyecciones y aceptarle como es.

El amor verdadero sólo existe cuando una persona conoce a la otra por lo que esa persona es realmente como ser humano y uno empieza a interesarse y a prestar atención a ese ser humano.

Estar capacitado para un amor verdadero significa ser maduro, con expectativas realistas de la otra persona. Significa aceptar la responsabilidad de la propia felicidad o desgracia y no esperar que la otra persona nos haga felices, ni culpar a la otra persona con nuestros males humores o frustraciones.

Extraído de John Sanford, El acompañante desconocido.


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