Acostumbramos a
sostener conflictos internos, desencuentros y luchas descarnadas
entre las distintas partes o personajes que contenemos. Estas luchas
y ruidos internos nos producen malestar. Si aprendemos a escuchar y
comprender el sentido y la procedencia de nuestras creencias y
emociones más extremas, lograremos transformar el ruido interno de
nuestras voces críticas y alcanzar una atmósfera interna de mayor luz y tranquilidad .
Solemos pensar que
somos aquello con lo que nos identificamos, que somos un único
personaje cuya voz se hace omnipresente y cuyo criterio es nuestra
ley. Sin embargo “esto” que llamamos “yo” no es más que la
actuación del personaje que ha logrado el control y el papel
“protagonista” en nuestra representación de la vida, a fuerza de
imponerse, de alzar más fuerte la voz y de mantener aparentemente “a
raya”al resto de los actores y actrices que nos habitan y que, a
pesar de nuestra desatención e ignorancia, se relacionan, discuten y
sostienen verdaderas luchas en nuestro interior.
Hay quien se
identifica con su parte ansiosa, triste, indefensa; o con su parte
miedosa, insegura o dependiente; o con su parte soberbia, con su
fuerza y su poder; o con su indolencia y adaptabilidad... etc. Estas
identificaciones determinan los rasgos de personalidad por las que
nos mostramos diferentes unos y otros. Pero en realidad, todos y
todas tenemos “de todo”, y para cada uno de estos “personajes”
dominantes, tenemos otros muchos sometidos, negados y relegados en lo
más oscuro de nuestro ser. Lo que constituye una enorme pérdida de
recursos. La riqueza y el potencial humano deviene, no tanto de la
“especialización” en una determinada forma de ser, sino en
lograr diversificar nuestras actitudes, pensamientos y sentimientos
para adecuarlos a los requerimientos de cada ocasión y
circunstancias.
Y, en cualquier
caso, es también común que nos sintamos molestos y enfadados con
aquellas creencias, emociones o impulsos que consideramos
inconvenientes y que no logramos controlar a pesar de la ira que
desplegamos hacia ellas.
La propuesta que
este año va a inspirar el trabajo terapéutico en Espacio
Contradanza es fomentar, no el enfrentamiento entre nuestras partes,
sino la apertura, el diálogo, la comprensión y, finalmente, el
entendimiento y colaboración entre ellas. El propósito es pasar de
odiar, temer, discutir con aspectos problemáticos; pasar también de
ignorarlos y querer liberarse de ellas; renunciar del mismo modo a
ceder indiscriminadamente a sus tendencias. En lugar de todo ello
vamos a tratar de prestar atención, volvernos curiosas respecto de
esos sentimientos, creencias y actitudes; soltar la cerrazón y abrir
el diálogo.
Comprenderemos
pronto que lo que aparenta ser, por ejemplo, un carácter explosivo,
es mucho más que un manojo de ira. Quizás descubriremos que se
trata de una parte protectora que trata de defender a otra parte
vulnerable y que que se encuentra en conflicto con otras partes
complacientes. Si preguntamos con curiosidad a estas partes
conflictivas, quizás nos muestren escenas de los momentos de la vida
en que se vio obligada a adoptar ese rol protector de un modo
extremo.
Vamos a mirar a los
personajes que nos habitan. A conocerlos y a dialogar con ellos. A
tender puentes entre nuestros antagonistas internos para que puedan llegar a
convertirse en aliados.
“Es probable que todos los dragones que
habitan en nuestras vidas no sean más que princesas que sólo están
esperando a poder vernos alguna vez bellos y valientes. Es probable
que, en lo más profundo de su ser, lo terrible no sea más que algo
desamparado que necesita de nuestra ayuda”. Rainer María Rilke